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martes, 3 de mayo de 2011

LITERATURA DEL CARIBE

GABRIEL GARCIA MARQUEZ
Gabriel José de la Concordia García Márquez (Aracataca, Colombia, 6 de marzo de 1927) es un novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Es conocido familiarmente y por sus amigos como Gabito (hipocorístico guajiro para Gabriel), o por su apócope Gabo desde que Eduardo Zalamea Borda subdirector del diario El Espectador, comenzara a llamarle así.
Gabriel García Márquez ha sido inextricablemente relacionado con el realismo mágico y su obra más conocida, la novela Cien años de soledad, es considerada una de las más representativas de este género literario. En 2007, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española lanzaron una edición popular conmemorativa de esta novela, por considerarla parte de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos. El texto fue revisado por el propio Gabriel García Márquez.
Gabriel García Márquez es famoso tanto por su genio como escritor, como por su habilidad de usar este talento para compartir sus ideologías políticas.6 Su amistad con el líder cubano Fidel Castro ha causado mucha controversia en el mundo literario y político.
Aunque GGM posee residencias en París, Bogotá y Cartagena de Indias, vive la mayor parte de tiempo en su casa en Ciudad de Mexico en donde fijó su residencia a principios de los años 60.
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COLERA
...Pero fue por uno de esos juegos triviales que los primeros treinta años de vida en común estuvieron a punto de acabarse porque un día cualquiera no hubo jabón en el baño.
Empezó con la simplicidad de la rutina. El doctor Juvenal Urbino había regresado al dormitorio, en los tiempos en que todavía se bañaba sin ayuda, y empezó a vestirse sin encender la luz. Ella estaba como siempre a esa hora en su tibio estado fetal, los ojos cerrados, la respiración tenue, y ese brazo de danza sagrada sobre la cabeza. Pero estaba a medio sueño, como siempre, y él lo sabía. Al cabo de un largo rumor de almidones de lino en la oscuridad, el doctor Urbino habló consigo mismo: - Hace como una semana que me estoy bañando sin jabón –dijo.
Entonces ella acabó de despertar, recordó, y se revolvió de rabia contra el mundo, porque en efecto había olvidado reponer el jabón en el baño. Había notado la falta tres días antes, cuando ya estaba bajo de la regadera y pensó reponerlo después, pero después lo olvidó hasta el día siguiente. Al tercer día le había ocurrido lo mismo. En realidad no había transcurrido una semana, como él decía para agravarle la culpa, pero si tres días imperdonables, y la furia de verse sorprendida en falta acabó de sacarla de quicio. Como siempre, se defendió atacando.
- Pues yo me he bañado todos estos días –gritó fuera de sí- y siempre ha habido jabón.
Aunque él conocía de sobra sus métodos de guerra, esa vez no pudo soportarlos. Se fue a vivir con cualquier pretexto profesional en los cuartos de internos del Hospital de la Misericordia, y sólo aparecía en la casa para cambiarse de ropa al atardecer antes de las consultas a domicilio. Ella se iba para la cocina cuando lo oía llegar, fingiendo hacer cualquier cosa, y allí permanecía hasta sentir en la calle los pasos de los caballos del coche. Cada vez que trataron de resolver la discordia en los tres meses siguientes, lo único que lograron fue atizarla. Él no estaba dispuesto a volver mientras ella no admitiera que no había jabón en el baño, y ella no estaba dispuesta a recibirlo mientras él no reconociera haber mentido a conciencia para atormentarla.
CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
La mayoría de quienes pudieron hacer algo para impedir el crimen y sin embargo no lo hicieron, se consolaron con el pretexto de que los asuntos de honor son sagrados. Flora, la novia de Santiago, se fugo con un teniente de fronteras que la prostituyo entre los caucheros de Vichada. El juez instructor apareció doce días después del crimen. Tuvo que pedir refuerzos por la muchedumbre que se precipitaba a declarar sin ser llamada. 20 años después se buscó pero no se encontró el nombre del juez instructor del caso. Lo bueno de esta historia es que no se encontraron ninguna prueba de que Santiago hubiera sido el agresor. Las amigas de Ángela Vicario declararon que les había hecho cómplices de ese secreto desde antes de la boda pero no les había revelado ningún nombre. El juicio solo llego a durar tres días. A todos no le caía bien Santiago, a Polo Carrillo, el dueño de la planta eléctrica, pensaba que su serenidad no era inocencia sino cinismo.
La gente se dispersaba hacia la plaza, en el centro había dos personas, Santiago y Cristo Bedoya pero nadie los avisaron. Yamil Shaium un árabe, amigo del padre de Santiago le iba a advertir pero pensaba que si el rumor era infundado le iba a causar una alarma inútil.
ALVARO CEPEDA SAMUDIO.
Alvaro Cepeda Samudio (*Barranquilla,1 2 3 30 de marzo de 1926 - †Nueva York, 12 de octubre de 1972). Escritor y periodista colombiano. Apodado "el nene" y "el cabellón".Bachiller del Colegio Americano de Barranquilla, estudió periodismo primero en Ann Arbor y luego en la Universidad de Columbia, New York, Estados Unidos por espacio de dos años 1949 - 1951. A su regreso de Estados Unidos trabajó en la revista Crónica de Alfonso Fuenmayor. Fue director de los diarios El Nacional y Diario del Caribe de Barranquilla. También vendió automóviles en la Ford y electrodomésticos en La Guajira.
De joven leyó a Pereda, Barea, Juan Valera, Palacio Valdés y un poco de Pío Baroja y Benito Pérez Galdós. En lo nacional, a Caballero Calderón. Finalmente descubre a quienes fueron la influencia definitiva en su carrera literaria: William Faulkner, James Joyce, Ernest Hemingway, John Steinbeck, William Saroyan, Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández


Se cansaron de mirar el pueblo cerrado, muerto, que comenzaba frente a la estación. Después de unas horas ya no les importó: se agruparon alrededor de lo que conocían: de sus fusiles y morrales y de sus amigos; y ya no esperaron nada.
La distancia entre 
la estación y el cuartel era corta y la caminaron en silencio, por calles y por casas en silencio.
El cuartel era sucio y casi deshabitado. Entraron caminando hasta el patio central rodeado de arcos y de puertas, embaldosado de ladrillos rojos y frescos. Comenzaron a formar: dejaron caer los morrales a un lado y descansaron los fusiles al otro, se movieron hacia adelante, hacia atrás, con pasos cortos y seguidos, alineándose; luego, quietos, a discreción, se numeraron. Cuando dieron la orden de romper filas, ya sabían a qué puertas dirigirse y sobre qué canastos tirar los cascos y tender las mantas. Ya eran ellos mismos otra vez: ya habían recuperado su rutina.

LOS CUENTOS DE JUANA. EL VIEJO BLAKE
Aunque por más de veinte años hemos vivido juntos; escandalizado juntos; emborrachado juntos; disparado juntos a las lechuzas y a los faroles de las escuelas de Bellas Artes; toreado juntos; cantado juntos las nanas de las garrapatas que parió la gata; construído cartillas reemplazando en las letras encerradas los cuadros coloreados de bandera colombiana por símbolos que nos permitan juntos entendernos mejor; recibido juntos más de un centenar de brechas que debieron ser cosidas por puntadas de sutura en broncas, accidentes y simples tonterías; aunque por mas de veinte años hemos cogido juntos la vida por los cachos, y si ha sido necesario también por el rabo, y la hemos tratado de agotar a patadas y a riesgo de piel sin perder nuestro infinito afan de estar vivos y juntos: a pesar de todo esto yo nunca he escrito sobre Obregón porque es el único hombre a quien confiaría mis hijos para siempre. (Lo que sin constituir abiertamente una declaración de amor, pero si de confianza, indica que nunca hemos enredado nuestras profesiones).
Porque Obregón tampoco me ha pintado nunca un retrato, ni nunca me ha regalado un cuadro, ni me ha ilustrado un libro. Esto de no mezclar utilitariamente nuestros oficios, nos ha permitido, creo yo, establecer un vinculo poco comprensible para la gran mayoría de sapos que brincan a nuestro alrededor (más alrededor de Obregón que del mío) que no necesita de públicas ni privadas ni periódicas reafirmaciones que lo mantengan invariable a través de tantos años y vericuetos.
Por qué salgo ahora, después de semejante explicación, y sin razón alguna, con este cuento sobre Obregón, casi traído de los pelos?
Me ha pintado un retrato?
Me ha regalado un cuadro?
Me ha ilustrado un libro?
No.
Pero hemos llegado a un acuerdo: Obregón va a escribir "Los Cuentos de Juana", esa novela que hace diez años estoy pintando.
Para eso precisamente está la introducción: para que no lo entienda nadie. La explicación viene en el diálogo, y para aquellos a quienes la envidia, o la estupidez, o simplemente la ingeniería del concreto armado, no les permite encontrar la razón, voy a decirselo de una vez para ahorrarles tiempo, trabajo y bilis.
-Estamos cansados del arte que se hace hoy y que se ha hecho en toda la historia. Y esto hay que decirlo con letras, creo yo, porque Obregón ha estado siempre diciéndolo a gritos, a tremendos o románticos tramojazos de color, y ahora a rugosos volúmenes de bronce que no saben si volar solos o volver a la plana quietud de los lienzos, las paredes, los cartones, o las maderas.
Y nadie parece haberlo oído.
Vamos a ver si ahora, usando otros símbolos, más elementales y aparentemente más manoseados, van a oir la gran verdad de Obregón que vamos a gritar a coro, coro ensordecedor, coro costeño, coro de hombres y no de mariconcitos con pantaloncitos ajustados a entecas nalguitas bogotanas.
No vamos a hablar de su pintura ni de sus esculturas. No me interesa su oficio: eso esta ahí: para verlo cada uno a su manera y cada uno puede sentir o ver o maldecir o escupir o acariciar, si quieren, su obra monumental, monstruosa, sensiblera, asombrosa, de segura y fuerte muñeca siempre, irregular como todo lo que resulta de la actitud, habilidad, curiosidad, pasión, compasión, alegría, prisa o aburrimiento frente a la vida diaria e inexorable.

POESIAS.
*MEIRA DELMAR:
Olga Isabel Chams Eljach (Barranquilla, Colombia, 21 de abril de 1922 - Barranquilla, 18 de marzo de 2009), conocida por el seudónimo de Meira Del mar,1 fue una poetisa[a] colombiana de ascendencia libanesa. Fue una de las más significativas poetisas del siglo XX en Colombia, considerada el nombre femenino más destacado de la poesía del país.
Fue miembro de la Academia Colombiana de la Lengua desde 1989,3 del Centro Artístico de Barranquilla, de la Comisión Interamericana de Mujeres, del Club Zonta Internacional de Mujeres Profesionales y Ejecutivas y de la Sociedad de Mejoras Públicas.
En su honor fue creado el Premio nacional de poesía Meira Delmar, cuya primera entrega se efectuó el 30 de abril de 2008; y que fue creado para valorar, reconocer y determinar el libro de poesía más significativo publicado y escrito por una poetisa colombiana, residente en el país o en el extranjero



Este amor 
(Del libro Reencuentro) 

Como ir casi juntos 
pero no juntos, 
como 
caminar paso a paso 
y entre los dos un muro 
de cristal, 
como el viento 
del Sur que si se nombra 
¡Viento del Sur! parece 
que se va con su nombre, 
este amor. 

Como el río que une 
con sus manos de agua 
las orillas que aparta, 
como el tiempo también, 
como la vida, 
que nos huyen viviéndonos, 
dejándonos 
cada vez menos nuestros 
y más suyos, 
este amor. 

Como decir mañana 
y estar pensando nunca, 
como saber que vamos 
hacia ninguna parte 
y sin embargo nada 
podría detenernos, 
como la mansedumbre 
del mar, que es el anverso 
de ocultas tempestades, 
este amor. 

Este 
desesperado amor.
Corazón 
(Del libro Verdad del sueño) 

Este es mi corazón. Mi enamorado 
corazón, delirante todavía. 
Un ángel en azul de poesía 
le tiene para siempre traspasado. 

En él, como en un río sosegado, 
el cielo es de cristal y melodía. 
Y a su dulce comarca llega el día 
con un paso de niño iluminado. 

Este es mi corazón. La primavera 
que inaugura las rosas, vana fuera 
sin su espejo de gozo repetido. 

Y vano el tiempo del amor, que mueve 
las alas de los sueños, y conmueve 
la sangre con su canto sostenido 



CANDELARIO OBESO.
Candelario Obeso Hernández, el precursor de la poesía negra en América, nació en la ciudad de Mompox el 12 de enero de 1849. Hijo natural del abogado Eugenio María Obeso con la humilde lavandera María de la Cruz Hernández, hizo sus primeros estudios en el Colegio Pinillos de Mompox, pero debido a su cierre, como consecuencia de la guerra de 1863, su educación fue encargada al profesor Pedro Salzedo del Villar.
En 1866, a la edad de 17 años, Candelario Obeso, remonta el río Magdalena hasta la ciudad de Honda y toma el camino hacia Bogotá. Había obtenido una beca para estudiar en el Colegio Militar fundado por el general Tomás Cipriano de Mosquera.
Posteriormente, en 1867, tras el cierre del Colegio, ingresó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional y luego pasó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. No terminó la carrera debido a dificultades económicas, pero obtuvo el grado de maestro. La salida de Mompox, la travesía por el río Magdalena, y la llegada a Bogotá fueron relatadas por Obeso en algunos versos del extenso poema Sotto Voce, que publicó en el periódico La Patria en 1879.


SOTTO VOCE.
Intacto el corazón, el alma pura
henchida de ternura
y de ilusiones cándidas repleta,
abandoné el hogar me lancé al mundo,
y niño pudibundo,
luché con sus injurias como atleta.

Lo recuerdo muy bien. Mi noble padre
y mi amorosa madre 
sólo su santa bendición me dieron
entre llantos y congojas… De aquel día
mi infantil alegría
en tristeza los hados convirtieron.

El turbio Magdalena y majestuoso al impulso impetuoso
de rápido vapor subí afligido
viva la imagen del hogar ausente.
¡Ay! Cuán indiferente
lo he subido después y lo he bajado!

O mirara las fértiles riberas, o las nubes ligeras
do el porvenir adivinar creía,
mi ardiente corazón enajenado,
dulcemente halagado por sus sueños de gloria se sentía.

Lo mismo sucedióme cuando ufano,
Mi bordón en la mano,
veloz la planta a Bogotá moviendo
crucé descalzo el desigual camino
que… me trazó el destino,
y ya por siempre repasar pretendo.

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